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Comentario:
¡A moverse para leer y escribir!
por Mónica Sulecio de Álvarez
Licenciada en Educación
Guatemala
Año 1
No. 7
A los tres años, los niños han adquirido mejor
control sobre su cuerpo y movimientos, saben
caminar perfectamente, saltar, correr y trepar.  
Los padres  empiezan entonces a notar esa
irresistible necesidad de sus hijos de moverse y
no es para menos, si es en esta etapa cuando
sus organismos desbordan energía y necesitan
de la actividad física para crecer y sentar las
bases para tener una buena constitución física en
edades mayores.

Desde el punto de vista educativo, el movimiento
es el medio de exploración y aprendizaje de los
niños de edad preescolar.  El control de los
movimientos del tronco y las extremidades
superiores (motricidad gruesa) le preparan para
realizar movimientos más precisos con sus manos
y dedos (motricidad fina) imprescindibles para el
aprendizaje de la lecto-escritura.

Es importante mencionar que en la etapa
preescolar las actividades físicas deben consistir
básicamente en juego libre y de preferencia en
lugares amplios, seguros y en contacto con la
naturaleza.  El deporte aún puede esperar hasta
cuando los niños hayan adquirido mayor
tonicidad en sus músculos, mejor control de sus
movimientos, flexibilidad en sus miembros y
resistencia cardiovascular, generalmente a partir
de los seis años.

Para que los niños puedan lograr trazos precisos
con el lápiz, antes es necesario que tengan
control y equilibrio de todo su cuerpo.  Algunas
actividades físicas que desarrollan el equilibrio:
caminar adelante, atrás y de lado sobre una línea
trazada en el piso, una cuerda, un palo o los
bordillos de las aceras o jardineras; sostenerse
en un pie y aprender a saltar en un pie; caminar
para atrás; caminar y bailar de puntitas; subir los
peldaños del resbaladero, la tortuga o una simple
escalera; saltar sobre las camas; caminar con
algo sobre la cabeza; jugar en el columpio y al
sube y baja.
La disciplina del Tai Chi por la forma de sus
movimientos contribuye a mantener el equilibrio y
desarrollar una  buena postura.

La ejercitación del hombro también prepara para la
escritura. Pueden cantarse canciones que
involucran sacudir partes específicas del cuerpo;
jugar a imitar animales como gallinas, patos, monos
y gorilas; lanzar pelotas a la canasta (cualquier
cubeta o bote puede funcionar); jugar a los bolos o
boliche o tiro al blanco con pelotas.

La coordinación ojo-mano también es muy
importante para el proceso de lecto-escritura. Esta
coordinación se adquiere jugando a atrapar la
pelota (diferentes tamaños), pueden lanzársela
entre sí o tirarla al aire o contra la pared para
atraparla; rebotar la pelota; jugar tenta; una
versión especial de la tenta para mejorar la
coordinación ojo-mano puede ser perseguirse para
retirar alguna figura o letra pegada con cinta
adhesiva en la espalda; jugar a mantener un globo
en el aire golpeándolo con la mano para evitar que
caiga al suelo; batear una pelota o pegarle con
una raqueta; jugar polo con escobas y una pelota;
estallar con aplausos las pompas de jabón que
flotan en el aire.

Todos los juegos son propicios para reforzar
conceptos como izquierda/derecha, arriba/abajo,
delante/detrás. Para que las actividades sea más
educativas, es importante utilizar las palabras
precisas durante el juego y evitar en la medida de
lo posible palabras como aquí o allá.

Además del beneficio directo de la actividad física
de los niños para el fortalecimiento de su
organismo y habilidades motrices, el juego activo
ofrece a los padres de familia oportunidades de
convivencia con sus hijos que
les demuestran cuánto les
aman.
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