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Comentario:
que al derrumbarse la torre, rompan en llanto.  ¡Todo su esfuerzo
y dedicación se ha ido al suelo! Mediar en estas situaciones de
conflicto emocional significa ayudar al niño o a la niña a calmarse.
Antes del año, la tarea se hace fácil distrayendo su atención con
algo desconocido o atractivo. En edades mayores ya se les
puede enseñar a tomar un respiro, a subir los brazos, a ver hacia
arriba, a aplaudir, contar de diez para atrás, en fin, cualquier
acción, acorde a su edad, que lo saque del estado de irritación.
Puede acordarse, en un momento tranquilo de la rutina diaria del
niño o de la niña que cuando se sienta enojado o molesto, si la
mamá o el papá le dicen que suba los brazos, él o ella va a
subirlos para deshacerse de esa fea sensación y tranquilizarse.
Al estar un poco calmado/a es el momento de repasar qué fue lo
que pasó y qué hizo que se sintiera tan molesto. Sólo cuando
está tranquilo/a es momento para ayudarle a encontrar las
causas de aquello que no desea que ocurra, como que se le
haya caído su torre o que no pueda ponerse el zapato, por
ejemplo, y ayudarle a encontrar opciones para que sí pueda
ponerse el zapato y la torre no se caiga.

La labor de padres y madres en la primera infancia es un
acompañamiento constante en las experiencias que tienen los
hijos, mediando efectivamente entre sus emociones y las
situaciones que afrontan de manera que niños y niñas vayan
adquiriendo estrategias de comportamiento que les permitan vivir
y convivir armónicamente en la sociedad donde se desenvuelvan.

El desarrollo de una alta inteligencia emocional se garantiza en el
hogar con la atención y mediación adecuada del padre y de la
madre, y con la actitud positiva de ver las situaciones de conflicto
emocional como oportunidades para ayudar a sus hijos a
mantenerse en control, a construir aprendizajes respecto a lo que
están viviendo; a desarrollar una actitud positiva frente a los
problemas y a emprender acciones que les hagan ser mejores.

¡Adelante!
¡Tiene el carácter de mi papá!
por Mónica Sulecio de Álvarez
Licenciada en Educación
Guatemala
Año 4
No. 3
Algunos rasgos de temperamento se heredan, pero el carácter y
la personalidad se construyen a través de aprendizajes.

Por eso cuando el bebé, el niño o la niña, lo tira todo y grita
cuando está enojado y vemos que el abuelo o la abuela hacen lo
mismo, no significa que sea el bebé, el niño o la niña quien
“heredó” el carácter de él o de ella; más bien significa que el
abuelo o la abuela no aprendió de pequeño/a a controlar sus
emociones y resolver problemas de forma lógica y creativa.  

Es un grave riesgo para la formación emocional de un niño o una
niña menor de seis años pensar que cuando lanza objetos y grita
al estar enojado/a se deba a que tiene el carácter del abuelo, de
la abuela o hasta de tíos y otros familiares. Con esta idea, la
intención de educar su impulsividad y ayudarle a mantenerse en
control ante las situaciones conflictivas se ve limitada y se asume
erróneamente de que así nació y que ya nada puede hacerse.

De acuerdo con Goleman, el autor que divulgó las teorías sobre
“inteligencia emocional”, el desarrollo de esta importantísima
inteligencia en los seres humanos tiene lugar primordialmente en
los primeros cuatro años de vida. Es en estos años cuando niños
y niñas ayudados por sus padres, aprenden a demostrar
afectividad, sienten lo que se siente ser amado y lo que se siente
amar y aprenden a compartir amor.  También pueden aprender,
si se les guía, a experimentar el control de sus emociones. El
descontrol emocional que evidencian los berrinches es un caso
típico. Un berrinche puede desencadenarse por cualquier motivo,
pero aunque se trata de un evento molesto e incómodo para los
padres, se trata de una oportunidad para que el niño o la niña
aprenda a distinguir entre las sensaciones agradables de
tranquilidad y paz cuando está en control de sus emociones, y la
irritación y miedo que puede provocarle no tener el control de su
respuesta emocional.

Es tarea de los padres y madres mediar entre lo que está
sintiendo su hijo o hija en el momento de la irritación y la
perspectiva objetiva de lo que está pasando.  Niños y niñas
menores de seis años son apasionados en todo lo que hacen.  Si
es una torre de trozos lo que están haciendo, le ponen a eso
toda su energía y dedicación, no es de extrañar entonces