obras de teatro pasadas. Si asisten a alguna actividad
en la que la música les es familiar, es un buen
momento para decir: “Escucha, ¿qué te recuerda esa
canción? ¿Dónde la escuchamos antes?” Y si visitan
un museo, relacionen las piezas que observan con
otros objetos con los que hayan tenido contacto antes.  
En el museo de antigüedades podríamos decir, “¡Mira.
Esa máquina de coser es igual a la que tiene la
abuela!”.

Se puede inferir entonces, que una de las condiciones
para que los aprendizajes nuevos puedan afianzarse
mejor es que en el cerebro exista una suficiente
“dotación” de aprendizajes previos a lo cuales se
puedan “anclar” los aprendizajes nuevos. Las
actividades cotidianas son excelentes oportunidades
para acumular una buena cantidad de aprendizajes.  Un
ejemplo podría ser aprovechar el momento de la
preparación del huevo para el desayuno o la cena.  El
huevo nos permite experimentar con formas, colores y
texturas: la cáscara es dura pero quebradiza, pues
puede roperse con un golpe y hacerse pedacitos si se
machaca con algo; la clara es ligosa y transparente; la
yema es una esfera amarilla que al pincharla se riega
¿cómo será que se mantiene toda unida?, etc. Con
ejercicios como estos, los niños y las niñas incorporan
conocimientos que servirán de base para
conocimientos posteriores, como el cálculo de la fuerza
necesaria para quebrar un sólido, las soluciones y las
mezclas y la transformación que produce el calor sobre
la materia.  ¡Increíble! ¿Verdad?

Hacer que los niños traigan a la memoria consciente
recuerdos de experiencias vividas que se relacionen
con lo que están experimentando en ese momento es
la mejor forma de que aprendan y sobre todo, de que
“aprendan a aprender”. Al tener el hábito de conectar
una información con otra les será más fácil aprender de
las lecturas, las clases en el centro educativo, los
documentales audivisuales, etc.

Además, aprender relacionando ideas, comparando y
contrastando experiencias y recordando conocimiento
previo garantiza
un aprendizaje permanente.
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Contenido:
Comentario:
Construir aprendizajes relacionando uno con otro
por Mónica Sulecio de Álvarez
Licenciada en Educación
Guatemala
Año 2
No. 10
Los seres humanos nacemos con millones de
neuronas en nuestro cerebro que se conectan  unas
con otras a partir de las interacciones que el bebé
tiene con sus padres, así como gracias a las
experiencias que le ofrece el entorno que le rodea.

A medida que el bebé crece y adquiere movilidad y
habilidades de comunicación, en el cerebro se
conectan más y más neuronas hasta lograr, al final de
los cinco o seis años, un complejo entramado que
servirá de base para la adquisición del resto de
aprendizajes. Por lo tanto, la habilidad para aprender y
desenvolverse en la vida a partir de los seis años,
depende de la cantidad de conexiones neuronales que
se hayan logrado en los años previos.

¿Cómo ayudamos los padres y las madres a nuestros
hijos e hijas a conectar la mayor cantidad de
neuronas? Con interacciones ricas en contenido y
afectividad, ayudándoles a relacionar conocimiento
nuevo con experiencias que hayan vivido o con
conceptos que hayan aprendido en el pasado.

El aprendizaje se fija cuando relacionamos lo nuevo
que estamos aprendiendo con aprendizajes que ya
poseemos. Los conocimientos se construyen en
relación con otros. El cerebro lo organiza así
automáticamente: al recibir nueva información, busca
en la memoria si posee información parecida para
asociarla y de alguna manera la categoriza para que
en el futuro pueda recuperarla con más facilidad. Si
bien éste es un proceso interno difícil de observar, lo
que sí podemos hacer por nuestros hijos es ayudarles
a adquirir el hábito de relacionar de manera consciente
la nueva información que reciben con eventos en los
que hayan participado con anterioridad. Al ver la
imagen de una tortuga, podemos decir por ejemplo,
“Mira se parece a la que vimos en el zoológico. ¿Te
acuerdas? ¿Dónde estaba la tortuga del zoológico?
¿Qué vimos que hizo cuando le pusieron su comida?”  
O si no, relacionarla con una canción: “Manuelita una
vez se enamoró… de un tortugo que pasó…”

El ejercicio puede hacerse con cualquier experiencia.
Al presenciar una obra de teatro o de títeres, por
ejemplo, puede aprovecharse a relacionar los trajes o
el escenario con recuerdos de cuentos leídos u