Hemos destinado esta sección para tratar de resolver las dudas que con frecuencia tienen padres y
madres de familia respecto a sus hijos. Incluiremos las preguntas que nos envíen desde el formulario que
aparece en la página principal.
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específicos abordados en las distintas secciones del sitio:
29. Tengo un niño de 8 años y no he sabido corregirlo adecuadamente. Soy muy estricta: no le pego pero sí grito. ¿De qué
manera puedo ayudarlo sin dañarlo más y corregir lo que ya se hizo?
En el ser humano, todos los comportamientos son aprendidos. La forma de resolver los problemas o conflictos también se
aprende. Nosotros aprendimos a relacionarnos con los demás y resolver situaciones de enojo a partir del modelo de
nuestros padres cuando éramos pequeñitos. Ahora, en nuestro rol de padres o madres, con nuestro comportamiento
enseñamos a nuestros hijos cómo deben reaccionar ante situaciones conflictivas. De esta cuenta, al asumir la
responsabilidad de su educación necesitamos hacer cambios en nuestros propios esquemas para modelar las conductas
correctas que esperamos adopten nuestros hijos.
Ser estricto no tiene nada de malo si las decisiones se toman dentro de un ambiente democrático y lógico. Las reglas
dentro de una familia deben ser pocas, claras y fáciles de cumplir, además de que tengan una razón lógica de existir y no
sea sólo porque el papá o la mamá lo “mandan”.
Gritar no contribuye a resolver los problemas; por el contrario, genera emociones negativas tanto en la persona que grita
como en el interlocutor. En el caso de los niños, la situación es más delicada por la fragilidad de su autoestima y porque no
son capaces de comprender todos los elementos de una misma situación.
Una de las destrezas que los seres humanos necesitamos aprender es el autocontrol. Saber controlar nuestras emociones
y manejarnos de forma “inteligente en el plano emocional” es clave para las buenas relaciones y el crecimiento personal. En
este caso particular, hay que reflexionar sobre “¿por qué optamos por gritar?” y decidir de manera conciente y subconsciente
evitar este comportamiento sustituyédolo por otro más constructivo.
Para ayudar a los niños a crecer en hábitos y valores, hay que entenderlos primero a través de la convivencia. Nuestra
recomendación siempre es “jueguen mucho juntos”. Jugando mejorarán sus relaciones y aprenderán a comprenderse
mejor.
Guillermina Baena en su libro “Cómo desarrollar la inteligencia emocional infantil” recomienda siete pasos para todos los
que se enojan:
1. Reconocer el enojo que está sintiendo.
2. Decidir qué fue lo que nos hizo enojar realmente (no “la gota que derramó el vaso”).
3. Conceder al presunto provocador el beneficio de la duda.
4. Contar hasta 10 (suficiente tiempo para que el cerebro se oxigene y se recupere del coraje).
5. Manejar la queja, sin atacar o chantajear a la otra persona (ser especialmente claros con los niños: describir el
comportamiento, hacer ver las consecuencias de ese comportamiento y las ventajas de exhibir el comportamiento
demandado).
6. Escuchar al interlocutor (en el caso de los niños, analizar los acontecimientos que antecedieron la conducta exhibida)
7. Perdonar
Al modificar los padres su comportamiento, el cambio en los hijos llega por añadidura. Recomendamos la reflexión El
cambio empieza en uno mismo.
30. ¿Lo que yo sé es lo necesario para mi hijo, o la tecnología de hoy?
No es muy clara la pregunta pero esperamos darle respuesta en las siguientes líneas.
El saber no es un bien invariable, por el contrario, en esta era tecnológica y gracias a la Internet, el ser humano cuenta cada
vez más con una gran cantidad de información con la cual construir su propio conocimiento y mejorar sus relaciones
profesionales y familiares. La información que se tenía en una época determinada, a los años puede complementarse o
incluso negarse con nuevos descubrimientos, por lo que cuando se cree que se sabe lo necesario, en realidad siempre hay
más por conocer.
En cuanto a la educación infantil, los padres y las madres disponemos de una amplia cantidad de información de teóricos
que se dedican a investigar el comportamiento de los niños y las niñas y que nos proponen mejores formas de interactuar
con ellos para potenciar sus aprendizajes.
La recomendación es nunca dejar de aprender; leer constantemente libros y revistas especializados para encontrar en ellos
respuestas a nuestras preguntas sobre educación de los hijos. Esta búsqueda permanente de conocimiento dará además
buen ejemplo a nuestros hijos para que ellos crezcan entendiendo que para afrontar mejor los retos que nos pone la vida se
necesita aprender constantemente.
31. Me gustaría obtener información sobre los castigos. Gracias.
Los premios y los castigos son herramientas de la motivación extrínseca. Es decir, son factores externos que motivan al niño
a hacer algo o a dejar de hacerlo. Se utilizan los premios para motivar una conducta determinada y los castigos para
eliminarla. Ambos son eficaces en el corto plazo pero deben manejarse con mucho cuidado y siguiendo lineamientos
específicos para que cumplan con su cometido.
En principio, es preferible premiar las conductas positivas que castigar las negativas. El reforzamiento positivo (premio) eleva
la autoestima del niño, crea expectativas agradables que le producen bienestar y lo motivan a continuar exhibiendo la misma
conducta para seguir recibiendo el reforzamiento. No obstante, si no se saben utilizar, los premios pueden ser adictivos y
hasta convertirse en una herramienta de los hijos para chantajear a sus padres y demandar gratificaciones mayores.
El reforzamiento negativo o los castigos, por otro lado, si son injustos, exagerados o violentos, dañan la autoestima del niño y
pueden crear en él resentimiento, odio a sí mismo o hacia los demás y falta de interés por modificar su conducta. Los niños
pueden llegar a habituarse a ellos y desarrollar una especie de “coraza” para “soportarlos”. Incluso, en casos en los que no
reciben atención de sus padres, pueden provocar los castigos como una forma de recibir atención y aumentar la conducta
indeseable.
La motivación intrínseca, por su parte, en oposición a la extrínseca, es aquella que lleva al niño a realizar una acción o exhibir
una conducta para sentirse bien consigo mismo y reforzar su autonomía. No se espera nada del exterior sino se trata de una
satisfacción interior por la tarea misma bien realizada. Este tipo de motivación es a menudo más efectiva a largo plazo pues
lo reafirma como un ser autónomo que es capaz de tomar sus propias decisiones sin la presión de los demás y escoger lo
bueno de lo malo según su propio criterio. De esta forma, cuando tome decisiones incorrectas, se dará cuenta por las
consecuencias o resultados que ha obtenido, de la mala elección.
Cuando a los niños se les ofrecen premios y castigos a cambio de conductas, se les está vedando la oportunidad de pensar
y reflexionar acerca de sus propias acciones; en general, se limita su capacidad para razonar. Por su parte, al utilizar la
motivación intrínseca, se estimula su capacidad de análisis sobre las ventajas y desventajas de su conducta. La intención es
formar seres humanos con criterio propio y responsabilidad sobre sus acciones y decisiones para que puedan
desempeñarse efectivamente dentro de la sociedad.

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Nota: En esta sección se ofrecen consejos prácticos para cada pregunta con base en la teoría existente y los criterios propios de la Asociación Guatemalteca De Padres a Hijos. Para abordar a profundidad cada tema y tratar cada situación específica, se recomienda la consulta directa con un psicólogo u otro especialista.
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Preguntas que los padres nos hacemos con más frecuencia (continuación)
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