Hemos destinado esta sección para tratar de resolver las dudas que con frecuencia tienen padres y madres
de familia respecto a sus hijos.  Incluiremos las preguntas que nos envíen desde el formulario que aparece
en la página principal.
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específicos abordados en las distintas secciones del sitio:
67. Mi niña tiene seis años y se ha vuelto experta en desobedecer pese a normas claras y
concretas.

Aunque la pregunta es muy amplia, intentaremos dar algunas orientaciones.

En primer lugar habría que aclarar cuáles son las reglas que la niña no está cumpliendo. En ocasiones,
padres y madres imponen normas imposibles de cumplir para un niño o una niña menor de seis años. Un
ejemplo es prohibirle que juegue con el agua. Para los niños es una tentación experimentar la sensación del
agua correr por los dedos, entonces la regla puede ser jugar con poca agua, en un recipiente específico y
sin mojar el piso o la ropa. En el caso de normas como esta que tendrían varios requisitos, el cumplimiento
de la norma entera se hace por partes y siempre se le felicitará por lo que sí recordó hacer y se le alentará
para que la próxima vez recuerde mantener secos los alrededores.

Hay que prestar atención al momento cuando la niña desobedece para entender mejor por qué lo hace. La
mejor estrategia es mantener al mínimo las reglas; demasiadas reglas son difíciles de recordar y suponen
una presión innecesaria sobre los niños y las niñas. Otro aspecto fundamental es que la regla tenga sentido
para el niño o la niña. Ella/Él necesita saber exactamente por qué debe exhibir determinada conducta y qué
beneficios le aporta a sí mismo y a los demás.  La educación autoritaria y la idea de cumplir la norma
porque así lo dice el padre o la madre es una práctica del pasado que debe evitarse lo más posible pues no
contribuye a formar la capacidad de pensamiento crítico. Niños y niñas necesitan ejercer su derecho de
opinar desde las más tiernas edades y permitírseles que tomen sus propias decisiones para ir poco a poco
formando en ellos la capacidad de análisis y resolución efectiva de problemas.  

Finalmente, si bien la obediencia es un valor importante para la convivencia en sociedad, también la libre
elección y la capacidad de optar por las mejores alternativas es fundamental para el desempeño
independiente. En este sentido, la labor de padres y madres consiste no en lograr que sus hijos les
obedezcan siempre sino en ayudarles a pensar y decidir por sí mismos.  Un niño o una niña que ha tenido la
oportunidad de tomar decisiones desde el primer año de vida, llegará a los seis con suficiente autocontrol
para saber lo que conviene y no conviene que haga.  


68. ¿Quién debe educar a los hijos?

El padre y la madre son los primeros y principales educadores de sus hijos. La educación primordial se
realiza en el seno del hogar a través de la interacción que los niños tienen con su madre y su padre. Niños
y niñas imitan lo que observan hacer a sus padres en las distintas situaciones diarias: cómo se despiertan,
cómo cuidan de su arreglo personal, como desayunan, almuerzan y cenan, cómo se divierten, cómo
resuelven problemas, cómo tratan a las demás personas, cómo buscan información, cómo leen y se
educan, cómo invierten su tiempo de ocio, cómo.., cómo.., cómo.

La tarea de los niños y de las niñas en la primera infancia consiste precisamente en aprender cómo
desempeñarse en el mundo y son el padre y la madre los únicos encargados y los principales referentes
infantiles para enseñarles lo que necesitan.

Educar significa potenciar capacidades. Niños y niñas poseen al nacer un potencial ilimitado que permite
desarrollar sus capacidades al máximo. Padres y madres educadores son conscientes de ello y aprovechan
cada momento de interacción para ayudar a sus hijos a crecer ilimitadamente en valores, actitudes
positivas, conocimientos nuevos y salud física y mental.

La importantísima labor del padre y de la madre no puede ser sustituida por persona o institución alguna,
pues la relación jamás puede ser la misma.  Afortunadamente, hoy en día, padres y madres cuentan con
infinidad de recursos para apoyarles en su papel de formadores de seres humanos plenos y felices. ¡Ser
padres y madres es haber recibido el don de contribuir al crecimiento del potencial de la raza humana!


69. Mi hijo de cuatro años tartamudea. Ya ha sido remitido a varios especialistas, foniatras, etc.
Ha mejorado pero persiste. Sólo ha mejorado en cuanto a que ya no se babea. Su médico hace
ejercicios para los músculos de la boca.

Gracias por la pregunta.  La tartamudez en los niños y las niñas que están en el proceso de aprendizaje del
lenguaje es normal. Niños y niñas entre 2 y 4 años suelen tartamudear porque aún están aprendiendo a
controlar los músculos que intervienen en la producción de sonidos, así como la coordinación entre lo que
están pensando y lo que van a decir.  La mente es más rápida y pareciera como si quisieran pronunciar tan
rápidamente como piensan y por eso se traban. Lo mejor que los padres y cuidadores pueden hacer para
ayudar al niño o a la niña que tartamudea es ignorar esta limitación.  Es sumamente importante que se evite
corregir al niño o la niña, pidiéndole que repita correctamente alguna frase o diciéndole, “así no es”, “se
dice de tal manera”, etc.  También debe evitarse la tentación de terminar las frases que él o ella inicia y que
le están dando trabajo, o bien, decirle que hable más despacio o que se concentre. Lo mejor es “hacer
como si hablara bien” e interactuar con el niño o la niña con completa naturalidad. Lo que interesa es que el
niño o la niña no se vuelva consciente de esta dificultad en la fluidez de su comunicación, pues se trata,
sencillamente, de un peldaño más en su escalera de aprendizaje del lenguaje.  

Para ayudarle mejor, vale la pena identificar las situaciones o momentos cuando el niño o la niña
tartamudea.  Si por ejemplo, la tartamudez se produce cuando van a salir, habría entonces qué explorar un
poco cómo se siente cuando salen, cuál es la situación mientras se preparan para salir: ¿hay mucha prisa?,
¿hay mucha presión para que se arregle?, etc. El estrés y la presión pueden hacer que el niño o la niña se
sienta nervioso/a y su nerviosismo se refleje con la tartamudez. Vale la pena también observar cómo es el
ambiente familiar: ¿hay demasiada represión? ¿son muy estrictos en las normas?, ¿hay demasiada
exigencia?, ¿las relaciones entre todos los miembros de la familia son cordiales?, ¿hay violencia o abuso
físico entre los miembros de la familia o contra el niño o la niña?, etc. La tartamudez, si bien es un problema
a nivel muscular en la articulación de los sonidos, puede tener una causa psicológica derivada de
situaciones de estrés.

Al dejar de prestar atención al problema, ser pacientes en la interacción con el niño o la niña, permitirle que
termine solo/a las frases y eliminar las situaciones estresantes, el problema de la tartamudez suele
desaparecer, sin mayor intervención.

Por otro lado, si la tartamudez persiste con frecuencia por varios meses, acompañada de movimientos
anormales de los músculos faciales y no existe situación alguna de riesgo psicológico, lo mejor es consultar
con un especialista en terapia del lenguaje quien deberá indicar la serie de exámenes que correspondan.

Lo más importante en la etapa de la primera infancia es que los niños y las niñas tengan relaciones
afectivas sanas y sólidas con su madre, su padre y demás miembros de la familia. Con su cercanía afectiva,
los padres y las madres son el pilar que sostiene la autoestima infantil y su desarrollo integral.
© Derechos reservados, 2004-2007.
Nota:  En esta sección se ofrecen consejos prácticos para cada pregunta con base en la teoría
existente y los criterios propios de la Asociación Guatemalteca De Padres a Hijos. Para abordar a
profundidad cada tema y tratar cada situación específica, se recomienda la consulta directa con
un psicólogo u otro especialista.
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